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UNA TRAGEDIA DE PROPORCIONES ABRUMADORAS

En junio del año pasado, una cachalote hembra se enredó en una red de pesca en el Mar Egeo. Salvadores turcos arriesgaron sus vidas para cortar la red de su quijada y su aleta de cola. Finalmente, tras tres horas, la hembra quedó libre. Tuvo suerte. No lo tuvieron otras 300.000 ballenas, delfines y marsopas que accidentalmente quedaron atrapadas en aparejos de pesca desde aquella fecha.

Más de 800 muertes lentas cada día
Estos animales---más de 800 cada día del año---tuvieron una muerte horrible. La mayoría se ahogaron. Algunos sucumbieron al choque y al agotamiento; otros fueron atacados por tiburones mientras estaban enredados. Algunos lograron zafarse de las redes y recobraron su libertad solamente para morir de las heridas: profundos cortes en su piel, cortes y torceduras en las aletas, sus quijadas enredadas en la malla. De los que todavía estaban vivos cuando los pescadores recogieron sus redes, muchos murieron aplastados por los pescados. A algunos se cortó la red y sobrevivieron. Y los que fueron liberados quedaron débiles, con heridas y desorientados, fácil presas para los tiburones que circulaban a su alrededor.

Estas muertes ocurrieron en todas partes del mundo a todo tipo de cetáceos y por todo tipo de pesca. En la costa este de los EE.UU. se hallaron muertas ballenas Sei envueltas en cordones de pescar. Delfines comunes murieron en redes de arrastre colocadas para pescar lubinas y caballas en el Canal de la Mancha. Murieron delfines en redes de cortina colocadas ilegalmente para pescar atún en los Galápagos. Marsopas de bahía murieron en redes colocadas para bacalao en la Bahía de Fundy en el Canadá. Delfines Héctor se ahogaron en redes recreacionales en las bahías de Nueva Zelanda. Delfines Tucuxis de agua dulce se ahogaron en redes colocadas por pescadores ilegales de tortugas en el Amazonas. Ballenas Francas se enredaron en nasas de langostas en los EE.UU. Ballenas Orca murieron en cordeles puestos en el Pacífico Sur. Infortunadamente, casi en cualquier lugar en donde había aparejos de pesca, hubo muertes de cetáceos.

La peor amenaza para los cetáceos
El problema de recoger a cetáceos---la muerte accidental de ballenas, delfines y marsopas en aparejos de pesca---es tan grande y tan generalizada que los principales científicos de cetáceos en el mundo opinan que es la mayor amenaza a la sobrevivencia para muchas de las 86 especies que hay en el mundo.

El tamaño del problema proviene principalmente de la aparición de redes baratas de material sintético, algunas tan grandes que podrían contener 12 aviones reactores "jumbo", y embarcaciones más grandes y más rápidas. Esto acicateó una enorme expansión en los esfuerzos de pesca a través de los últimos 30 o 40 años, con miles de kilómetros de redes colocados en los océanos del mundo cada día. Estas redes son fatales para los cetáceos pues son invisibles a la vista y al sonar y demasiado fuertes para que la mayoría de los animales puedan librarse.

Varias especies ya están al borde de la extinción. Las redes en el Golfo de California en México matan cada año hasta un 15 por ciento de vaquitas marinas, la marsopa más pequeña del mundo. Con apenas 500 que quedan, la especie no puede tolerar este número de muertes. Lo mismo se aplica a los delfines Maui en Nueva Zelanda: quedan menos de 100 debido a la alta rata de muertes en redes y embarcaciones de arrastre.

Los delfines Irrawaddy en las Filipinas, de los que quedan unos 70, pronto desaparecerán si no se toma medidas para impedir sus muertes en las redes. Y en la China, el delfín de agua fresca se han reducido de 300 en 1989 a unos pocos individuos. Un buen número de estas muertes fueron por enredarse en aparejos de pesca.

Efectos continuos
Aun si estos animales no mueren en los aparejos de pesca, enredarse en ellos afecta su sobrevivencia y la de su especie. Por ejemplo, un 82 por ciento de las ballenas francas del Atlántico Norte tienen cicatrices que indican que se han enredado en aparejos de pesca. El estrés del enredo, junto con las heridas causadas al escaparse, bien podría comprometer la salud de estos animales. Y como queda apenas 300, esta presión adicional no hace nada para ayudar a la sobrevivencia de la especie. De igual manera, aunque la mayoría de los delfines moteados y tornillo atrapados junto con Atún Aleta Amarilla en el Océno Pacífico tropical del oriente son liberados vivos, el repetido estrés de verse atrapados puede estar afectando su salud y su habilidad de reproducirse.

Ha mejorado algo
Por más grave que sea la situación hoy, otrora fue peor. Antes de la prohibición de las Naciones Unidas. en1992 del uso de redes de posta en alta mar, cientos de miles de cetáceos murieron en estas redes cada año. Grandes redes de papada que en una oportunidad alcanzaban hasta 48 Km. de largo, también fueron prohibidas por las Naciones Unidas en 1991. Aunque hubo larga demora para que la prohibición surtiera efecto, la nueva longitud legal de 2 Km. ha reducido drásticamente el número de muertes de cetáceos. Y mejoras en la pesca de atún en la costa del Océano Pacífico de los EE.UU. junto con intensos esfuerzos reguladores han reducido la pesca accidental de delfines de más de 100.000 por año a menos de 2.000.

Falta mucho trecho
Pero el hecho es que unos 300.000 cetáceos mueren cada año por pesca accidental, sin mencionar incontables aves marinas, tortugas marinas, tiburones y especies juveniles y no deseados para la pesca.

Hay varias razones por esto. Una es que aunque el problema es global, la conciencia del problema es muy baja en la mayoría del mundo. Es más, muchos países ni siquiera llevan estadística de muerte de cetáceos
lo cual hace difícil una evaluación global del problema.

Adicionalmente, a pesar de numerosas recomendaciones de la Comisión Internacional de Caza de Ballenas para que se reduzca la pesca accidental, muchos países no han hecho gran cosa para solucionar el problema. Hay excepciones notables como los EE.UU., Canadá, Australia, Nueva Zelanda y el Reino Unido los que tomaron acción cuando se hizo aparente la escala de pesca accidental de cetáceos en las varias
pesquerías.

Hora de seguir adelante
Existen varias medidas sencillas y relativamente de poco costo que sirven para reducir la pesca accidental de cetáceos, e incluyen sonidos acústicos que alertan a los cetáceos de la presencia de aparejos de pesca, así como colocar las redes en aguas más profundas. En los casos en que las ballenas y los delfines emigren dentro y fuera de áreas de pesca, éstas pueden ser clausuradas temporalmente cuando llegan los animales y reabiertos cuando las abandonen. Otros cambios tecnológicos, operacionales y de administración han sido altamente efectivos en algunas pesquerías.

Pero no basta que los gobiernos o las pesquerías se enfrenten aisladamente al problema de la pesca accidental. La naturaleza global del problema implica que es necesario un esfuerzo global que involucre gobiernos, pesquerías comerciales y artesanales, científicos y los ONG para garantizar que la pesca accidental no continúe siendo una amenaza a los cetáceos.

Por esta razón, el WWF considera que es hora para seguir adelante con el trabajo de conservación de la Comisión Ballenera Internacional y adoptar un plan formal de acción para reducir la pesca accidental. La Comisión es reconocida mundialmente como el foro para la conservación de cetáceos y por lo tanto es el lugar lógico y apropiado para coordinar tal esfuerzo multinacional.

Hay una propuesta de resolución para la próxima reunión anual de la Comisión. Si se adoptara, la Comisión podría encabezar el establecimiento y entrenamiento de capacitación de apoyo para reducir la pesca accidental de cetáceos al trabajar con países pesqueros para hallar soluciones, e impulsando a los gobiernos para proveer fondos para mitigar la pesca accidental de cetáceos.

El problema es álgido. Hasta hoy, los humanos no han causado la extinción de ninguna especie de cetáceos. La resolución de la Comisión, y la voluntad política de observarla con inmediata acción para impedir la pesca accidental, constituiría una contribución sustancial para garantizar que este sería el caso.

Escrito por Emma Duncan, Gerente Editorial de WWF Internacional

Más información: www.panda.org